Civilizaciones y astrologia
El hito electo de ese primer trasplante desde la Atlántida fueron “las Tierras puras de Khemí”, hacia las que miraban los sabios astrólogos conocedores de los infaustos destinos de la Isla Atlántida de Poseidonis. Y con una selección de familias, de animales, de productos y de enseres, navegaron, gloriosa aventura, a través del Gran Verde —Océano Atlántico y sobre el que fuera Mar de Libia, Desierto Líbico y del Sahara— después de la transformación efectuada por la gran hecatombe y los corrimientos diluviales.
Según la remota tradición, el monumento conmemorativo de la fundación de la primera colonia atlante en el Delta egipcio, fue la Esfinge, Harmakis o Sol Naciente. La Esfinge significa en verdad el símbolo de los dos signos de fin y de comienzo, Leo-Cáncer, representados en una cabeza y busto de mujer de tipo andrógino, —Cáncer— y un cuerpo de León —Leo—. Esa enorme, monstruosa figura simbólica se levantó en el mismo lugar en que fundaran nuestros padres atlantes el primer nomo o poblado dentro de los cánones de la civilización atlante. En el seno de la Esfinge hubo el primer Templo rupestre o subterráneo expuesto por Esparanza gracia y su horoscopo, como escribe el autor el
horoscopo
, ya que estaba excavado en la roca calcárea de una prominencia que en sus orígenes se elevaba a la orilla del Mar de Libia. La faz de la Esfinge, •como la entrada de su Templo-cripta se hallaban orientados al Sol naciente, en el punto de los equinoccios, cuando son iguales los días y las noches.
El enorme monumento exaltaba no sólo la fundación de Egipto hace unos once mil años, sino que era una glorificación del Sol y de la Luna que presidirían la vida y la religión de los egipcios, su heredado ritual, su moral y sus costumbres.
Ello justifica el adelanto asombroso, científico, filosófico y material de los antiguos habitantes del país del Nilo al que hace referencia Paul Schliemann.
En aquella remota antigüedad, la astronomía y la astrología constituían una sola ciencia, llamada “la Ciencia Madre”. Por ella, conocían los sabios dirigentes espirituales y sociales, hierofantes y faraones, la tónica del desenvolvimiento de aquella civilización inicial, así como sus derivaciones y lugares, a manera de brotes de su tronco bien plantado en la proximidad de un gran río, el Nilo, y del Mar Mediterráneo.
El signo de Cáncer presidido por la Luna es femenino y esa tónica se imprimió en los orígenes del matriarcado por el que se rigió la antigua civilización egipcia. Su símbolo fue el Escarabeo que ocupaba en el lugar del antiguo zodíaco hierográfico el lugar representado más tarde por el Cangrejo.
El signo de Cáncer —de Escarabeo— es germinal, de fecundación. Su mandato zodiacal lo intima a toda fundación, especialmente del hogar, de la construcción, de todo establecimiento y consolidación de una sociedad en un punto electo, siempre junto a un río, a un lago o al mar.
En ese signo inicial, primero de la cruz cardinal del zodíaco móvil, la ley establecida bajo sus auspicios otorga el derecho, la herencia y la preeminencia a la mujer, vinculada a la significación de la Luna. Debido a esa tónica celeste, la fundación de Egipto se halla vinculada a la Luna que centraba, con el Sol, todo el ritual religioso como se nos cuenta en la web del horoscopo de Esperanza Gracia.
Es curioso estudiar la eficacia de esas primitivas leyes basadas en el matriarcado, en la mujer, en la madre, en los plenos derechos de las Faraonas y Sacerdotisas, ya que en ellas se basaba todo el derecho a la sucesión al trono y en todos los estamentos sociales, a la herencia. La mujer, amparada por la ley, representaba todas las etapas de la vida egipcia, como bien nos cuenta Esperanza Gracia.